Karina Duverger es la directora del programa de AHF en Haití. Su historia es la siguiente en nuestra serie “Yo soy AHF”, donde presentamos a personal, clientes y socios extraordinarios que hacen lo correcto para salvar vidas cada día.
El VIH/SIDA siempre ha sido un tema muy personal para mí. En septiembre de 1989, perdí a mi tía, la primera persona de nuestra familia en fallecer a causa del SIDA. Al año siguiente, perdí a tres amigos de la infancia por la misma enfermedad mientras aún vivían en Haití. En 1992, a otra amiga de la infancia le diagnosticaron VIH en Camerún, África. Finalmente regresó a Estados Unidos para recibir tratamiento y, gracias a los avances en la investigación médica y a su perseverancia, sigue viviendo con una carga viral indetectable 33 años después.
Trágicamente, en 1993, perdí a mi padre a causa del SIDA. Al visitarlo en Haití, fui testigo directo del profundo estigma que existía, tan fuerte que enfermeras y médicos temían tocarlo. En aquel entonces, ser VIH positivo en Haití se consideraba una sentencia de muerte.
Estas primeras experiencias moldearon mi propósito y pasión. Hoy, 32 años después, soy Gerente de Programas Nacionales de AHF Haití, cargo que he desempeñado durante los últimos 10 años, liderando uno de los programas de VIH/SIDA más grandes del país. Bajo mi liderazgo, AHF Haití ha logrado avances significativos, en particular en la defensa de la comunidad LGBTQ+. Hace tan solo tres años, mencionar el orgullo gay era casi impensable en Haití; hoy, hemos celebrado con éxito tres eventos del Día del Orgullo en todo el país.
Perder a familiares y amigos y presenciar el estigma y el silencio me infundió la determinación de ayudar a quienes enfrentan luchas similares. A través de mi trabajo con AHF, he trabajado en prisiones, clínicas y comunidades de Haití, siendo testigo tanto de los desafíos que enfrentan las personas como de su extraordinario coraje. Veo a diario cómo la compasión, la educación y el acceso a la atención médica pueden transformar vidas. Esta causa no es solo mi profesión; es parte de mi esencia.
Las personas no mueren de VIH; mueren por el estigma y la ignorancia. Cuando elegimos la comprensión en lugar del miedo y la empatía en lugar del silencio, creamos un mundo donde todos pueden vivir, amar y ser tratados con respeto.
El trabajo que realizamos en Haití no es fácil. La violencia, la pobreza y la inestabilidad han generado una crisis humanitaria que afecta todos los aspectos de la vida diaria, incluida la atención médica. Muchos trabajadores de la salud no pueden viajar con seguridad y los pacientes a menudo temen salir de sus casas. A pesar de estos desafíos, AHF Haití permanece en primera línea. Las clínicas siguen abiertas, los equipos móviles llegan a las comunidades donde se encuentran las personas y los servicios vitales para el VIH continúan. Los mayores obstáculos son la inseguridad, el desplazamiento y las deficiencias del sistema, pero nuestro equipo ha demostrado una valentía extraordinaria, descentralizando los servicios y trabajando con socios locales para garantizar la continuidad del tratamiento y las pruebas.
La crisis de Haití ha ralentizado el progreso en la prevención y atención del VIH, pero también ha puesto de manifiesto la fortaleza y la resiliencia de nuestra gente. Nos ha recordado que la compasión y la innovación deben ir de la mano. Mi visión es la de un Haití donde la atención médica sea accesible para todos, donde el estigma haya desaparecido y donde los jóvenes crezcan sabiendo que el VIH es una enfermedad manejable. Con el apoyo de AHF, estamos devolviendo la dignidad y la esperanza, una persona a la vez.
Hay momentos que se quedan grabados en mi corazón. Durante una reunión de Girls Act, una niña me contó que la comida que recibe en nuestro encuentro semanal es la única comida caliente que come en toda la semana. La mirada en sus ojos —una mezcla de gratitud y esperanza— me recordó que nuestro trabajo se trata de dignidad, amor y conexión humana.
Otro momento impactante ocurrió durante una visita de apoyo a la prisión cuando un joven que vive con VIH me dijo: “Usted es la primera persona que me ha tratado como a un ser humano”. Estas experiencias reafirman que AHF no solo brinda atención; estamos devolviendo la esperanza y demostrando a las personas que sus vidas importan.
Fuera del trabajo, valoro mucho las actividades que me brindan alegría y conexión. La música, los conciertos y bailar con amigos y familiares me revitalizan. También aprecio el tiempo en familia, el voluntariado y coleccionar pinturas que narran historias de resiliencia y cultura. Estas pasiones me mantienen en equilibrio y me recuerdan que la vida, al igual que nuestro trabajo en AHF, se trata de amor, arte y comunidad.



